– Bajadme de aquíiiiiiiiii, quiero bajaaaaaaaaar.
Yo gritaba con todas mis fuerzas pero, claro, nadie me oía. Ni siquiera mis papis. Quería evitar que fracasaran en su aventura por mi culpa.
Perdonadme, que como no os he contado lo que pasó, es normal que no os enteréis de nada.
Ya sabéis que anoche no teníamos claro si seguiríamos o no, pero esta mañana papi ha hecho reunión familiar, como hacen los entrenadores de fútbol para dar la charla, y nos ha dicho:
– Estaría bueno que después de luchar todos estos días abandonemos ahora, es lo que se llama «morir en la orilla». Eso no podemos hacerlo, ¿no os parece?
Y claro, mi familia de muertos vivientes se han tomado las pastillas de colorines, se han echado todos la pomada mágica para caballos -unos más y otros menos- y se disponían a ponerse en ruta. Pero primero mami me ha bajado a la calle. Cuando ha subido, les ha dicho:
– Chicos, tenemos que abandonar. Yo, a Dido, le sigo viendo algo cojito y no le podemos obligar a caminar casi 29 km más hoy. Además, amenaza lluvia y la etapa es durilla según la guía.
Así que, con mucha pena, han recogido todo, y me han metido en la mochila para que no anduviera. Eso sí, me han hecho muchas fotos y se reían.
Mami estaba dispuesta a llevarme toda la etapa en su mochila…en ese momento me he puesto a llorar y a moverme. Ellos, que me conocen y saben lo que me gusta estar tumbadito hecho una rosquita, se han parado.
– ¿Y a este qué le pasa?
Pues que no quería estropearles la aventura, y antes cojo que fastidiarles. Si ellos están tan cojos como yo o más, si lo que tengo son agujetas de esas. Además, no creo que me contaran la etapa como válida si la hacía en la mochila de mami, no me gusta hacer trampas. Les he pedido que me bajen y me he puesto a andar.
– Oye, que parece que no cojea ahora, lo que quiere este es ir andando, no quiere mochila.
– Vale, pues hacemos una cosa: nos ponemos a andar, y si vemos que no va bien, buscamos un taxi.
– Me parece bien. Vamos.
A pesar de andar un poco molesto, la etapa de Belorado hasta Agés nos ha gustado bastante. Hemos seguido unos km después de San Juan de Ortega porque allí no encontraron alojamiento donde me admitieran y en Agés fue más sencillo. Entre pinares y cuestas, cruzando los montes de Oca, hemos pasado una etapa mucho más entretenida que en días anteriores,. Han comido morcilla (lo he olido perfectamente desde mi escondite) y yo lo de siempre, y hemos llegado contentos, cumpliendo el objetivo que teníamos.
Le diré a papi que os escriba y valore los alojamientos en los que me han admitido, por si os sirven de ayuda para el futuro. Igual os decidís a repetir mis aventuras con vuestros perretes 😉
¿Qué pensabais, que Dido se iba a rendir? Neverrrrrrrrrrrrrrr.
Gracias por seguir nuestras andanzas, esperamos vuestros comentarios.
Lametazos para tod@s