Carlos, hijo, no te puedo contestar porque ahora mismo el reloj no detecta ningún satélite y no sabe donde estamos. Menos mal que, hasta ahora, aunque no hemos visto a ningún peregrino en 5 días, el camino GR78 está perfectamente señalizado y no nos hemos perdido. Pero no sé cuánto falta para llegar a Mauleon. Sí llegas sin quejarte tendrás tu helado, el que tu elijas, y tu hermano también. Mira, parece que recuperamos la señal, ya debe faltar poco.
Esta conversación, que podría parecer banal en cualquier otro momento, hay que imaginarla durante la ascensión a un puerto con unas subidas interminables y alguna que otra bajada. De repente, se oyen disparos de escopeta muy cerca. Estarán de caza ?
Son las 3 de la tarde, sería muy raro, aunque son tiros de escopeta, no hay duda. Nos acercamos con algo de miedo y encontramos la respuesta: estamos llegando a un centro deportivo de tiro al plato. Solo lo habíamos visto por la tele en las olimpiadas y ahora lo vemos en directo a unos metros. Pum ! Lanzan un plato naranja a toda velocidad y el tirador lo acierta a la primera. Bravo !
Después de ver unos cuantos disparos con fortuna dispar 🙂 bajamos un poco más la pendiente y vemos por fin el pueblo de Mauleon. Han sido 21 km, una etapa corta en relación a las anteriores, pero de subidas y bajadas sucesivas, vaya, un tobogán. Eso sí, con 10 kg en la espalda. También nos hemos encontrado con algún pasaje de suelos divertidos como los de ayer, de piedras y barros, y de atravesar fincas con cancelas y portillos de seguridad para no molestar al ganado. Pero lo malo eran las cuestas. Nuestra velocidad media de hoy no ha llegado a 3,5 km/hora, teóricamente baja si olvidamos que casi siempre la ruta iba en ascenso.
Estás etapas han sido un mero aperitivo para las 3 siguientes: St. Just , St. Jean y Roncesvalles (está última la haremos en 2 días). La dureza irá in crescendo por lo que dice la guía que llevamos. A ver cómo aguanta la rodilla de Conchita, que se ha comprado una rodillera en una farmacia.
Curiosidad del día: después de dejar las mochilas en el hotel y tomar nuestras cervezas como recompensa por acabar la etapa -y los niños su helado- en el frontón de la plaza hemos presenciado un partido de entrenamiento de cesta punta (pelota vasca). Simplemente espectacular.
Me parece increíble el viaje, increíble de duro. Seguro que Dido se está echando sus buenas carcajadas al leer vuestras peripecias, y pensando lo confortable que está él en su cestito, que tiene el suelo de siempre, sin sobresaltos.